viernes, 26 de febrero de 2010

SEGUIR REFLEXIONANDO...

Aquí les dejo parte de lo que he seguido reflexionando, en conjunto con las personas interesadas en reivindicar a los perritos de la calle. Además de que este escrito fue de invitación a mis compañeros de Promotoría RRAHNA, a quien les mando un saludo y toda mi buena vibra para su gran labor.

REFLEXIONANDO

¡Por qué cambiar destinos! La vida nos ha puesto aquí, frente a esta situación, los animales de compañía deambulando, maltratados, abandonados, están frente de nosotros. Qué sentirán ellos, qué percibirán ellos. Cada vez que salimos y caminamos por donde quiera que vayamos, ahí hay un perro, un gato, un burro, un caballo, etc. Qué pasa por nuestra mente, tal vez se inunde de emociones, de miedo, de coraje, de impotencia, o tal vez, aparezcan pensamientos, encaminados a nuevos proyectos por hacer; a reforzar esfuerzos; incluso nuevas ideas.

Cuando pienso en la impotencia, empiezo a sentir mis limitaciones, me veo como una hormiga en un mundo tan inmenso, sin fuerza suficiente para llegar a cada uno de mis vecinos, compañeros de espacio; el mundo mismo. Muchas veces no puedo reconocer la fuerza de las masas, porque entre las personas con quien creo que habrá un acuerdo, encuentro diferencias. Y me quedo pensando, ya sea sola, o acompañada de mucha gente, entre mis familiares, incluso en algún espacio público. Y me pregunto por qué querer cambiar el destino. Por qué y para qué hacer la diferencia en este montón de montón de gente. La respuesta llega de inmediato, por vivir mejor, por ser feliz, por estar a gusto. Pero y cómo lograré eso, si puedo vislumbrar que tardarán años, muchos años más que mi vida misma, para ver este mundo convertido en un espacio de armonía, en donde pueda sonreír todos los días; donde cada cosa que observe sea motivo de alegría. En ese momento, los locos vienen a mi mente, esa gente que vive en un mundo irreal, pero que para ellos es real, porque es su mundo, y ¿saben dónde esta ese mundo?, en la mente misma. La única diferencia puede ser que ellos ven lo que quieren ver, escuchan lo que quieren escuchar, pero a lo mejor, están viendo lo mismo que yo veo, y escuchen lo mismo que yo escucho, pero a ellos puede atormentarles igual que a mí, sin embargo, ellos ya no tienen la capacidad de rehacer el mundo, y tal vez yo sí la tenga. Incluso puede ser lo contrario, ellos pueden disfrutar en esa locura, a pesar de lo que esto les conlleva, a vivir aislado, incomprendido, y con muchos locos más. Pero jamás sabrán que hay otros locos a su lado, porque no los verán, porque no existen en su mundo, como seres capaces de actuar por sí solos, sin embargo yo sí los veo, y no sólo los veo, los observo actuar.

Recuerdo a un autor, Michael Foucault, un antropólogo social francés, que se dedicó a estudiar todas las instituciones creadas por el hombre, y comenzo con los lugares de encierro, justamente los famosos psiquiátricos, y documentó, desde cuándo existían estos lugares y por qué. En sus resultados, encontró que cuando la gente se salía de las normas impuestas en cada sociedad, pues ocasionaban disturbios, enfrentamientos, complicaciones, incomodidad a todos aquellos, que sí lo hacían. Entonces de ahí que se buscó aislar a la gente que actuaba diferente, y por supuesto que pensaba diferente. En una forma de no querer contagiarse de esa “enfermedad”, de alejarse de lo “malo”, del “pecado” incluso.

Cuando pienso en vivir en armonía, en paz, en un mundo en donde lo que haya es sólo equilibrio, me imagino haciendo mi propio mundo, cercando un terreno de suficientes hectáreas para ser feliz, con un grupo de animales de compañía, con la gente que quiero, con la que me llevo bien y coincide en mis formas de pensar. Pienso justamente en aislarme. Parece mentira, pero ahora son tantos los locos “normales”, gente que actúa en contra de sí mismos, que la gente que pensamos en armonía, en equilibrio, tenemos que encerrarnos, para no ver a tanto loco. ¡Pero quién estará más loco, aquél que no tiene consciencia del respeto de su espacio, del respeto de otro ser vivo; o el que piensa tanto, tanto, que tiene un cúmulo de ideas, de razonamientos, una enorme cantidad de sabiduría que no haya cómo poner en práctica todo eso, que no encuentra el modo de transmitirlo!

Cada persona encuentra la mejor forma de solventar sus necesidades y también de protegerse de aquello que le causa pena, dolor, miedo, etc. Y el encierro sería justamente la manera de no contactar con eso, la forma de protegerme del dolor, del sufrimiento, ¿será para no contagiarme? Contagiarme, de insensibilidad, de la ignorancia, de la irresponsabilidad. Y vivir como si no pudiera pensar, limitada en estructuras super aprendidas por parte de mi familia; adoptando conductas similares a las de los que me rodean, idolatrando a estereotipos de cine, televisión, política, etc. Viviendo marginado, por quien desee marginarme.

Entonces, no puedo ir en contra de mi consciencia, ni tampoco puedo regresar a un estado de ignorancia, como alguna vez lo tuve, no deseo sufrir para ser infeliz, pero tampoco quiero aislarme del problema. Ya sé que no puedo contagiarme, mientras tenga presente lo que puedo hacer para mejorar la situación. La angustia y la desesperanza, son producto de ver en el magno problema mi micro potencial para contrarrestarlo, para mejorarlo. Pero la suma de potenciales, será el comienzo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario